Hoja de ruta

Corre y vuela si la vida te lo permite. Créeme cuando te digo que se puede ser feliz en este mundo asimétrico y complejo, y todo sin necesidad de que el camino se asemeje al de los cuentos que nos contaban antes de que nuestros pueriles miedos nos devoraran cada noche.  No te he marcado los tropiezos en el mapa, ya que son los que me permiten recordarte hoy con tanto cariño. Llegado el momento caerás, te harás daño y saborearás algo que puede definirse como tu segundo nacimiento, aquel que consiste en salir del cascarón, en entrar en un mundo en el que la inocencia ha de quedarse en la puerta. Tranquilo, puedes seguir teniendo miedo a la oscuridad, pero ahora no hará falta que mires debajo de la cama en busca de monstruos, es más fácil asumir que existen, apretar los dientes y esperar a que amanezca. La cerveza dejará de saberte amarga en algún momento, o puede que no y simplemente seas tú el que aceptes que a veces lo más áspero endulza los recuerdos. Respecto a los sentimientos, te diré que nunca llegan a romperse del todo, sólo tienes que ir cosiéndolos en forma de cicatriz, como si de un viejo muñeco de trapo  se tratara, ponerle nombre o no es tu elección. Lo único que tengo que pedirte es que intentes no arrastrar este vicio que tengo de mirar atrás.

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